001 – 14 OCTUBRE 2012
En el capítulo cuarto (El valle de los contactos) del libro “Ángeles en astronave”, he escrito: “«El mensaje que os daremos»” dijo [Rafael], “«interesa a todos los hombres de buena voluntad de la Tierra. Esto para vosotros tendrá un precio: no todos os creerán, comprenderán y os amarán. Pero nosotros os ayudaremos y os asistiremos. Es una misión de Amor y de salvación». No tenía ninguna duda acerca de la sinceridad y la bondad de sus palabras, aunque se me escapaba el verdadero significado de cuanto me estaba diciendo. Sentía que era justo hablar de Amor y de salvación y que habría hecho todo lo que se me hubiera pedido por el bien de todos”.
Sé que el mensaje que los Ángeles nos dieron en 1980, se vuelve a proponer a un número cada vez mayor de hombres de buena voluntad. Algunos, que lo reciben, no se exponen para no sufrir burla e incomprensiones; otros dan testimonio del mensaje recibido y esto causa incredulidad y a veces persecuciones. Rafael con sus palabras que he citado, se dirigía a nosotros que recibíamos su mensaje, pero sé que nos lo decía también por cuantos habrían tenido un precio que pagar a causa de su fe y testimonio. Rafael nos aseguró de todas formas que todos habríamos recibido su ayuda y su asistencia angélica y habríamos sido consolados en nuestro testimonio a favor del amor del Cielo para los hombres de la Tierra. El mensaje insiste en la necesidad de un cambio hacia la bondad y el amor, abandonando egoísmos, durezas y reivindicaciones. Testimoniar la presencia fraterna de los Ángeles entre nosotros y la acción amorosa de Dios en nuestro mundo, produce grandes beneficios humanos y espirituales. Está claro que quien no quiere este cambio sea hostil a los testigos de la paz y del amor entre los hombres. Pero el fin vale la pena y cada precio será grandemente recompensado por Dios. Cada uno de nosotros podrá hacer lo que le es posible porque el resto le corresponderá a Dios que quiere renovar la humanidad y este mundo para siempre. Es ya la hora para el gran cambio que vendrá de todos modos por una intervención desde lo Alto. Pero a nosotros se nos ha pedido que hagamos nuestra parte para acelerar los tiempos. Esto forma parte del mensaje que hemos recibido. Sea de aliento para quien ama y sostiene la paz, la justicia y el amor universal. Dijo Jesús, y está escrito en el evangelio de Mateo (5,9): «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios».
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En el capítulo sexto (La astronave-madre) del libro “Ángeles en astronave”, he escrito: “El aire ahora parecía tibio, como si hubiese sido calentado por aquella luz que alegraba el corazón. Una gran paz aunaba los ánimos a la naturaleza. Los medios espaciales eran como presencias vivas. “Los terrestres”, dijo Rafael que estaba en medio de los suyos y tenía las piernas cruzadas, “están empleando enormes capitales para ponerse en contacto con nosotros en el espacio. Y nosotros estamos por todas partes en la Tierra. Estamos aquí en medio de vosotros. Estamos tal y como ahora nos podéis ver y estamos con medios que vosotros desconocéis. Muchos saben de nuestra existencia y de nuestra presencia, y sin embargo, dicen que nos ignoran. Muchos de los que nos ven van diciendo que nos comportamos de forma irracional y extraña y que nos reímos de ellos. Pero no quieren dar el breve paso que les llevaría a entender el por qué de todo esto”. Siguió un silencio. Gozaba íntimamente de aquellas presencias y la tranquilidad de aquella noche memorable entre los viajeros de la luz. Me acordaba de las palabras que Rafael había pronunciado en el encuentro entre las alturas de Zoagli y mentalmente las comparaba con lo que él iba diciendo ahora. Estaba convencido que el jardín del Edén hubiese sido estropeado y dejado irreconocible por los hombres rebeldes al Amor del Padre Creador. Sólo estar con aquellos hermanos me hacía sentir y entender tantas cosas: habría querido que aquella noche no terminara nunca. “Algunos”, continuó Rafael, “se están preguntando si existimos”. Y se dicen “si los extraterrestres existen ¿Por qué no se muestran a todos y no nos contactan en la forma correcta?. Pero muchísimos hombres de la Tierra saben muy bien que nosotros existimos realmente y que no compartimos sus objetivos egoístas y belicosos. Esos, en realidad, querrían tenernos bajo su poder para saber de nosotros conocimientos que les darían aún más oportunidades de violencia y acoso. Por eso nosotros operamos de forma adecuada para evitar símiles peligros y esperamos el momento en el que será posible dar a los hermanos de la Tierra conocimiento para que lo usen según las leyes universales dadas a los hijos de Dios”.
El fin de este testimonio es aquel de enseñar las maravillas del Cielo presentes entre nosotros terrestres. Los Hermanos Celestes están entre nosotros y si eso parece imposible a quien no cree, el corazón de quien tiene fe se regocija grandemente. Cuando preguntamos a los Hermanos del Espacio de darnos alguna prueba para que nos creyeran, nos dijeron que no nos la habrían dado. Porque aquellos que no creen, que no tienen esta fe en el corazón, no habrían creído de todas maneras y no se habría podido superar su incredulidad y desconfianza con pruebas materiales. La fe es la apertura del corazón a través de la cual nuestro espíritu ve y cree. En mérito a este encuentro, escribí: ”El aire ahora parecía tibio, como si hubiese sido calentado por aquella luz que regocijaba el corazón. Una gran paz aunaba los ánimos a la naturaleza. Los medios espaciales eran como presencias vivas”. Quiero subrayar que cuando Ellos se manifiestan, verdaderamente la creación parece cambiar y desvelar algo profundo que normalmente no solemos captar y ver. La naturaleza vuelve a ser de verdad amiga y una luz y una alegría insólita se manifiestan donando un goce profundo que no puede ser tocado por nada. Es el fruto de la paz que Ellos emanan que se funde con la paz impresa en la natura. Incluso sus medios espaciales parecían criaturas vivas porque estaban impregnadas de su espíritu, de su corazón, de su voluntad de realizar una misión de amor entre nosotros, sus hermanos. Los Hermanos parecían no preocuparse mucho por el hecho que algunos digan o no que creen. Ellos sostenían que todos aquellos que tienen el corazón abierto, creen aunque lo nieguen con las palabras. Es verdaderamente probando la belleza de estar en medio de la naturaleza con Ellos que te das cuenta que algo pasó para estropear aquel Edén del que hablan las Escrituras, pero te das cuenta también de que todo no es irreparable y que depende también de nosotros volver a tenerlo. Este es un mensaje silencioso que transcurrió entre aquellos Hermanos y nosotros que los habíamos encontrado. La objeción citada por Rafael es aquella de muchos terrestres y su contestación es clara y ejemplar y es también una advertencia. “Algunos”, refirió Rafael, “ se están preguntando si existimos”. Y se dicen: “ si los extraterrestres existen ¿Por qué no se muestran a todos y no nos contactan de manera adecuada?”. Pero muchísimos hombres de la Tierra saben muy bien que nosotros existimos realmente y que no compartimos sus objetivos egoístas y belicosos. Esos, en realidad, querrían tenernos bajo su poder para saber de nosotros conocimientos que les darían aún más oportunidades perjudiciales y prepotentes. Por eso nosotros operamos de forma que evitamos símiles riesgos y esperamos el momento en el que será posible dar a los hermanos de la Tierra conocimientos para que los usen según las leyes universales dadas a los hijos de Dios”. Concluyo diciendo que pretender de poseer el reino de Dios sin haber realizado en nosotros un verdadero cambio, significaría querer usar, propio, como comenta el arcángel Rafael, las cosas superiores para hacer daños mayores. Entonces, antes es necesario ponerse en la vía del bien y convertir el propio corazón, para constatar después que el Cielo se irá desvelando siempre más para darnos esa paz y esa alegría.
003 – 23 noviembre 2012
Queridos, esta mañana los ojos y el corazón se fueron a un fragmento de “Ángeles en astronave”, al inicio del capítulo quinto con el título “El Ser Celestial”. Escribí: “ Rafael volvió a hablarnos en el medio de la noche y durante el día. Nos dijo que aquel modo nuestro de comunicar se define “contacto cósmico”, y a través de él podíamos comunicar con él cada vez que lo deseáramos. Nos enseñó también algunas reglas de prudencia: cada vez que nos pusiéramos en contacto cósmico tendríamos que rezar antes al arcángel S. Miguel para que nos protegiese: «Llamad a Miguel», nos dijo, « y no tendréis nada más que temer»; y nosotros así hacíamos. Una noche, antes de dormir, Rafael me habló y me dijo: «Ahora prepárate para la serenidad ya que recibirás una visita». Me quedé en silencio sin moverme, pensando a sus palabras. Pensaba al gran don que me habían concedido, de poder comunicar con los hermanos. Sabía que cada hermano de la Tierra puede hablar con su espíritu a los hermanos del espacio. Me habían enseñado que ninguno está solo en el cosmos. Que los hermanos no abandonan a los que viven con dificultad en nuestro planeta. Ellos siguen, asisten, trabajan en favor de quien se deja ayudar y guiar. A veces lo hacen manifestándose, otras veces dan señales de su acción, en otras su intervención sigue vías misteriosas y no parece evidente. Me acordé de la recomendación que Rafael me dijo de permanecer sereno y me relajé más que antes”.
“Rafael volvió a hablarnos en el medio de la noche y durante el día”. Los Ángeles nos hablan, hablan a su manera angélica pero nos hablan. Esto lo sé con seguridad, después de las experiencias hechas y de las enseñanzas recibidas. Y lo sabe quién haya hecho experiencias con Ellos. Los Ángeles nos hablan de día con inspiraciones, pensamientos, emociones, sentimientos, hechos que ocurren, signos y señales que nos dan, de tantísimas maneras. A Ellos no les falta la manera. Nosotros no estamos siempre atentos a sus comunicaciones continuas, a menudo queremos que hagan como decimos nosotros, que comuniquen con nosotros según nuestros esquemas y métodos humanos. Pero no es así, a parte alguna vez que deciden hacerlo por motivos siempre justos. Los Ángeles no cometen errores como los hombres. Viven manifiestamente en la luz indefectible de Dios, en una posición absolutamente favorable respecto a la nuestra. Podemos darles nuestra total confianza. El “contacto cósmico” viene cuando los Ángeles hacen sentir su presencia y su voz a nuestros sentidos humanos: el oído, el tacto, el olfato, la vista...Mientras el contacto es espiritual cuando se realiza en un plano sutil que no toca nuestros sentidos físicos. El “contacto cósmico” necesita protección, la protección de S. Miguel Arcángel porque en esta dimensión existen también potencias negativas que pueden interferir si nosotros no estamos bien interiormente. Con la oración en cambio hacemos de manera que los Ángeles puedan tutelar totalmente su “contacto cósmico” con nosotros. En general, el contacto es de orden espiritual aunque accione sobre la materia y sobre nuestras situaciones incluso humanas y no sólo espirituales. Este canal es más seguro, goza de mayores protecciones y las interferencias del mal son menos probables. Nuestra confianza en Ellos, nuestra fe, nos da siempre total protección en nuestras comunicaciones con Ellos. “Me quedé en silencio sin moverme, pensando a sus palabras. Pensaba al gran don que se me había concedido, aquel de poder comunicar con los hermanos. Sabía que cada hermano de la Tierra puede hablar con su espíritu a los hermanos del espacio”. Este don no se me concedió sólo a mí y a Tina, que habíamos tenido esas experiencias angélicas. Ha sido concedido a todos los hijos de Dios pero no todos tienen conciencia de ello y no todos creen que pueden comunicar con los Ángeles. Algunos creen que se comunican con ellos de la única forma humana que pasa a través de los sentidos físicos y concluyen que no pueden tener ningún contacto con Ellos. Cada uno de nosotros puede abrir el corazón para poder saber que nuestra comunicación con el Cielo presente entre nosotros pasa a través de nuestro espíritu. De hecho, los Ángeles son puros espíritus que pueden materializarse para relacionarse con nosotros. Y nuestro espíritu es capaz de comunicar con el Cielo. Se convierte en un modo de oración, aunque no sea necesariamente oración formal, pero sobre todo oración, comunicación del corazón, del espíritu. Esto se aprende, se siente y se desarrolla, sin interferir con nuestra mente, permaneciendo abandonados interiormente a sus mensajes y a sus signos. “Recordé la recomendación que me hizo Rafael de permanecer sereno, y me relajé más de lo que ya estaba”. Es necesario estar serenos, tranquilos, con confianza, sin hacer que nuestra mente interfiera y de esta manera podemos cambiar un pensamiento nuestro con el de ellos. Se me enseñó a no interferir, a no añadir nada mío y a dejar que fluyera la realidad angélica en mi espíritu. Si se piensa parece difícil, si se hace es fácil. Por lo menos para mí ha sido así. Pero creo que puede serlo para todos. De hecho, los Ángeles nos dijeron que lo que daban a uno, lo daban a todos aquellos que lo quisieran acoger. “Sabía que cada hermano de la Tierra puede hablar con su espíritu a los hermanos del espacio”. Cuando se inicia a tener la certeza de la presencia de los Ángeles a nuestro lado y en nuestra vida, se pierde poco a poco el sentido de la soledad que a menudo atormenta el ánimo humano en este mundo. “Se me había enseñado que nadie está solo en el cosmos. Que los hermanos no abandonan aquellos que viven con dificultades en nuestro planeta. Ellos siguen, asisten, trabajan en favor de quien se deja ayudar y guiar. A veces lo hacen manifestándose, otras veces dando signos de su modo de hacer, otras en cambio su intervención sigue vías misteriosas y no parece evidente”. Esta realidad que experimenté manifiestamente, me acompaña y me da paz y fuerza siempre, incluso en las situaciones difíciles y que a veces parecen imposibles. Pero todos nosotros podemos hacer esta experiencia si bien las modalidades podrán ser diferentes.
004 – 12 diciembre 2012
Rafael dijo: «Pronto la Tierra será nuevamente jardín del Edén. Pero los hombres de la Tierra, a causa de la dureza de su corazón, antes de ser nuevamente felices tendrán que sufrir mucho. Vencerá al final el Amor que está en cada uno de ellos, más fuerte que cualquier mala pasión». Interviene después Firkon con su voz jovial: «En la Biblia», dijo con vivacidad, «se lee que los hebreos tuvieron un éxodo que les sacó de la esclavitud. Pues bien, este es nuestro mensaje actual: la Tierra se prepare para un nuevo éxodo sin precedentes en su historia. Ningún hecho jamás acaecido en la Tierra se podrá comparar con lo que os espera. Para comprender, es necesario que se lean “los signos” que el texto narra para aquel éxodo. Columnas de humo y de fuego que vosotros hoy llamáis discos y astronaves, estuvieron encima de las cabezas de los fugitivos de Egipto. Los mismos signos, las mismas realidades que os están preanunciando el nuevo y definitivo éxodo que os conducirá fuera del mal y os llevará al Amor Universal, verdadera tierra prometida. Es muy importante que esto sea entendido por todos. Los tiempos apremian». A pesar de no haber leído nunca con particular atención el éxodo, la explicación de Firkon me hizo entender muy bien lo que quería decir. «Nosotros», dijo Ilmuth con voz dulcísima, «os acompañaremos como hicimos entonces, y mucho más grande será ahora nuestra asistencia. Os conduciremos hasta el jardín del Edén. Este pasaje es inminente porque ya están presentes las diez plagas en el planeta a causa de los potentes espíritus del mal. Tendréis que atravesar un desierto con respecto al cual lo que superaron los hebreos fue un oasis. Pero nosotros estaremos como entonces y mucho más visiblemente sobre vosotros y os daremos todo tipo de ayuda y de consolación. Os ayudaremos en todos los sentidos. Seremos columna de nubes en el día y de fuego en la noche. No os dejaremos nunca y estaréis protegidos como ninguna criatura lo fue jamás en vuestro planeta atormentado. Porque grande será la desolación de la tierra». Después habló Kalna, y su voz suavísima estaba acompañada del canto persistente de un ruiseñor: «Los hebreos», dijo, «fueron conducidos por un gran hermano del espacio nacido entre vosotros para aquella gran misión. Su nombre era Moisés. Vosotros seréis conducidos por un nuevo Moisés, que nosotros todos amamos y adoramos. Él amará todos los pueblos de la Tierra durante su éxodo final y será un padre y hermano dulcísimo. Todos aquellos que tendrán confianza en él y querrán tenerlo como guía, podrán llegar a la meta establecida. Nadie será abandonado a sí mismo, sólo quien lo querrá. El mensaje que os traemos del espacio es un anuncio de esperanza y de salvación mientras oscuras nubes se adensan en el horizonte de vuestro planeta».
Los Hermanos de la Luz nos hablaron de los tiempos convulsos que estamos viviendo. Firkon nos exhortó a no engañarnos porque después del año 2000 nada sería como antes. El mundo habría tenido un cambio irreversible que mostraría con mayor crudeza la gran tribulación de la humanidad. De hecho hemos visto claros cambios en el mundo. Por ejemplo, con la destrucción de las Torres Gemelas en el mundo ha ocurrido algo que ha modificado todo y desde entonces todo se ha acelerado. También las guerras, los cataclismos naturales, la crisis social y económica, todo ya nos habla del cumplimiento de la gran tribulación profetizada en la Biblia y sobre todo por Jesús en el Evangelio. Los Ángeles nos hablaron de todo esto y nos dijeron cosas que ya han sucedido y otras que tendrán que acaecer. Nos dijeron de los problemas de los jóvenes, de la escuela, del mundo del trabajo, de las luchas dentro de las mismas naciones, de grandes cambios. Pero subrayaron que antes de la salida de esta situación terrestre, habría habido obstinaciones que no habrían evitado grandes dolores. Porque el hombre es libre y elige su camino alegre o doloroso en la medida en la que se abre o se cierra al amor y a las leyes universales del Creador. El discurso de los Ángeles se refirió a las naciones y a los individuos. La suma de las opciones de los individuos provoca elecciones universales. En el plano espiritual esto es muy claro y fuerte mientras en el plano humano y exterior es poco visible y menos comprensible, pero la escuela del Espíritu revela estas cosas como verdaderas. La condición espiritual influye y determina esa también material. Nos hicieron entender que la situación actual es irreversible por muchos motivos. Hay también cosas graves de las que no es posible volver atrás. La salvación vendrá del Cielo: esto los Ángeles nos lo dijeron como algo cierto. Como nos dieron por cierto que ellos intervendrán y su intervención será definitiva. El hombre ha entrado en un vórtice del cual no tiene posibilidad de salir solo y tendrá necesidad de la intervención de Dios y de sus Ángeles. Eso sucederá y Jesús será el novel Moisés que como él sacó al pueblo israelita de la esclavitud de Egipto, hoy sacará a la humanidad de la esclavitud del abismo en el que ha entrado irreversiblemente. Es importante decir que las operaciones de salvamento han iniciado ya, que cuanto más la devastación vaya adelante bajo varias formas y más el Cielo trabajará vistosamente para preparar lo que la Biblia llama “el grande y majestuoso día del Señor”. En ese día Dios salvará a toda la humanidad por medio de Jesús y de sus Ángeles y estará también la Mujer del Espacio, la Virgen María, Madre Divina. Como en los tiempos de Noé los Ángeles intervinieron para poner a salvo en el arca o astronave celeste la humanidad que tenía que salvarse, así será en aquel día en el que habrá una elevación universal y la purificación de la Tierra en la luz de las astronaves celestes o gloria del Señor. Después los hombres serán recolocados en la Tierra convertida nuevamente en el jardín del Edén e incluso más bello. «Nadie será dejado a su suerte» -dijo Kalna- «si no quién quiera. El mensaje que os traemos del espacio es un anuncio de esperanza y de salvación, mientras nubes sombrías se espesan en los horizontes de vuestro planeta». Esta ayuda, este sostén y esta guía, nosotros podemos experimentarla ya desde ahora y siempre más mientras avanzan los tiempos de los que hablamos, como ya escrito en estas páginas precedentemente. ¡El que tiene oídos, oiga!, solía repetir Jesús...