Discurso de Eufemio del Buono. Ufólogo, contactista y espiritualista.
“Como ufólogo, osea, estudioso del fenónemo de los objetos voladores no identificados que surcan nuestros cielos, y que a partir de 1945 intrigan a la humanidad y molestan no poco a los jefes responsables de nuestro planeta, soy perfectamente consciente del escepticismo y de la incredulidad de muchas personas, cuando se afirma con profunda convicción que los ovnis son medios extraterrestres y que los que los conducen son seres dotados de una tecnología, una ciencia, pero sobre todo una conciencia superior a la del hombre.
Cuando se presenta un libro titulado “Ángeles en astronave” en el que se sostiene que el autor Giorgio Dibitonto junto a algunos amigos ha vivido extraordinarias y sublimes experiencias en compañía de los Hermanos del Espacio no sólo a bordo de sus naves espaciales sino incluso en un planeta suyo, entonces la incredulidad se convierte en escarnio, del escarnio por fin se pasa al anatema y al vade retro si uno tiene el valor de afirmar, como ha hecho Giorgio en su libro, que los seres que nos visitan a bordo de sus astronaves son ángeles, osea, los mensajeros del Padre Celeste.
Conmigo son conscientes de todo esto el autor y sus amigos, y a consolarnos es la profunda convicción que estamos obrando para difundir la semilla del Amor Universal, el mismo elevado concepto cósmico que Jesús hace dos mil años trajo al mundo y del que el hombre siempre ha hablado pero sin hacer esfuerzo alguno para realizarlo.
No es necesario ser espiritualistas para percatarse que hoy día todo el mundo está impregnado de odio, sangre y violencia; haber transgredido la ley y haber ignorado las enseñanzas del evangelio ha llevado a la humanidad a instaurar en el planeta la total discordancia que hoy existe en cada cosa.
Ahora que la época de los piscis está terminando, el cielo de las lecciones se cierra y no habra dos mil años más de tiempo para disuadir a los vagos, a los indiferentes, a los refractarios y a los tomasianos. Los influjos de la época del acuario ya se advierten y los puros de espíritu sienten que se está acercando el tiempo en el que en nuestro planeta dominarán el amor y la verdadera justicia, tiempo en el que deberíamos entrar sin pasar por el trauma de la purificación. Para tratar de evitar ese trauma, los Hermanos del Espacio, a diferencia de lo que hacían en el pasado desvelando las profecías que se daban al hombre, hoy hablan un lenguaje claro y por lo tanto muy comprensible; por eso en el libro “Ángeles en astronave” encontramos, a parte de la dolorosa llamada para empezar a actuar en nombre del amor universal, también una terrible admonición para la humanidad que apoyando el derecho sólo en la fuerza sin contar con la justicia se ha encaminado inevitablemente hacia el abismo de la tercera guerra mundial que será atómica.
Este libro, con el mensaje que quiere lanzar, si es comprendido en el contexto de todas las profecías, de las bíblicas a las evangélicas incluso las apariciones de la Virgen en La Salette, Fátima y en las Tres Fuentes en Roma, adquiere un valor aun mayor y para los que querrán leerlo, un incentivo a cambiar su propia vida.
Como se puede comprobar desde esta perspectiva, si es el extraterrestre, poco importa, si es el ángel o si es el ángel extraterrestre quien nos amonesta, dada la gravedad de la situación y la urgencia en poner una solución. A los escépticos a ultranza que no creen en la existencia del disco volante y del extraterrestre y aún menos en la del ángel extraterrestre, pero aceptan sólo si ven y tocan la parte física tanto del medio como del ser, quiero recordar el encuentro que tuvo Abrahán mientras estaba sentado cerca de su tienda con tres seres esplendorosos como se lee en la Biblia en el Génesis, en el capítulo 18, versículos del 2 al 15.
Aquellos seres eran ángeles pero comieron y discutieron con Abraham del hijo que Sara daría a luz a pesar de que ésta ya era estéril y del inminente castigo para Sódoma y Gomorra como se dice en el Génesis, capítulo 18, versículos 16-33. No olvidemos que los caminos del Señor son infinitos y que todos pueden ser recorridos para llevar al hombre extraviado al Padre. También el camino de la ciencia es uno de éstos y, no es un caso si hoy en día que la mente del hombre tiene una huella más científica, las profetizadas señales del cielo se manifiestan a través de estas portentosas máquinas a toda la humanidad, que mira otra vez hacia lo alto del cielo en un anhelo de conocimiento que aparentemente parece ser científico, mas en realidad es sólo una desesperada necesidad de espiritualidad y amor.
La humanidad está cansada de ahogarse en el pantano del materialismo y en la orgía del placer momentáneo, todo eso hace que esté lista para aceptar la verdad que las profecías han escondido durante siglos y que hoy gracias a un mayor coeficiente de inteligencia pueden ser comprendidas para poder vivir libremente la Era del Espíritu que se está acercando. En esta perspectiva es más lógico creer que Jonás fuera recogido por un disco volante en vez de creer que haya vivido tres días y tres noches en el vientre de una ballena antes de ser depositado en la orilla y haber llegado a Nínive para predicar allí el arrepentimiento de sus habitantes.
Y en nuestro tiempo, como nos confirma Giorgio Dibitonto en su libro, el problema que atormentaba Nínive se extiende a todo nuestro planeta, y los muchos Jonás que sacrifican su imagen y su tiempo por el arrepentimiento, son escarnecidos y marginados, todo eso porque los jefes, es decir, los señores de la guerra, han establecido sobre el problema “extraterrestre” una férrea conspiración de silencio, y son muchos los que se preguntan el por qué dado que los extraterrestres proponen otra vez el lenguaje del amor predicado por Cristo, aún así la Iglesia católica todavía no se haya pronunciado sobre esta realidad.
Pero hay que decir que el cardenal Niccolò Cusano, que fue también un gran filósofo del siglo XV dijo: “No hay estrella que nos permita descartar la existencia de seres, aún distintos a nosotros”. En el siglo XIX concordó con el cardenal Cusano el dominico, padre Monsambré que dijo, como he escrito en la introducción del libro: “¿ Por qué las estrellas no deberían ser pobladas por seres menos grandes que los ángeles pero más grandes que nosotros? Entre la vida intuitiva de los puros espíritus y nuestra vida hay con toda seguridad lugar para otras vidas”.
También el teólogo alemán José Foole se expresó positivamente sobre el problema afirmando: “la hipótesis de la pluralidad de los mundos se soluciona en toda gloria del Señor. Dios crea para su gloria y ninguna gloria es posible sin seres inteligentes, capaces de conocer la obra del mismo Creador”. Sobre este asunto se expresó también el jesuita padre Secchi que dijo: “Es absurdo considerar los mundos que nos rodean como enormes desiertos inhabitados y buscar el significado del universo en este nuestro pequeño, pequeño mundo habitado”.
Mientras padre Francis Connel, decano de la Escuela de Teología de la Universidad de Washington, se expresaba así: “La teología afirma que ni la Biblia ni la enseñanza de los padres ni las definiciones solemnes de los Papas descartan la posibilidad de una vida parecida a la nuestra en otros planetas. Por otro lado, pensar que eso sea imposible significa admitir que el poder de Dios tiene unos límites, y eso es absurdo. Ésta y las intuiciones de los Padres de la Iglesia reconocen el mérito a la misma Iglesia de haber puntualizado antes de los numerosos casos avistados en todo el mundo, el problema de la pluralidad de los mundos habitados, aún si no admite todavía que la evolución del planeta Tierra ha sufrido a partir de su origen la activa intervención de criaturas llegadas del espacio en carros de fuego, torbellinos y nubes.
Pio XII era consciente de esta realidad, de hecho la expresó el 3 de marzo de 1958 durante un encuentro con algunos católicos americanos diciéndoles: “Veo la cara de Dios más cerca y seres que desde siempre protegen a la humanidad”. Además, la discreción de la Iglesia sobre el asunto también debe ser analizado en consideración al hecho de que Galileo Galilei y Copérnico destruyeron de golpe la autoridad de los textos aristotélicos en los que se había fundamentado todo su pensamiento teológico; por eso se comprende bien por qué el Vaticano se abra cautamente prefiriendo, antes de admitir que los millones de planetas de la creación sean otras habitaciones de las casas del Padre, que sea la ciencia a demostrar esta realidad. Dado que la ciencia, como dijo la Virgen en Fátima, no puede alejarse del poder de los jefes que han decidido por la conspiración del silencio, la Iglesia asume una posición de espera prudencial que conlleva desdichadamente el forzado mantenimiento de conceptos y esquemas antiguos y obsoletos en los que se alberga la esterilidad espiritual.
Papa Juan XXIII, sin embargo, recibió dos veces al contactado americano George Adamski en el Vaticano mostrando un gran interés hacia sus experiencias. Aquel acontecimiento avalora la consideración que el problema extraterrestre, antes de ser científico, tecnológico y político, podría ser espiritual y mesiánico. Después de treinta años, Giorgio Dibitonto ha recogido el testimonio dejado por Adamski después de su muerte, volviendo a proponer el problema desde un punto de vista altamente espiritual con su libro. Adamski y Dibitonto, contándonos que las nubes bíblicas y evangélicas son astronaves quieren que entendamos que en el Cosmos también el camino científico lleva al Evangelio de Cristo y que tanto la fe como la ciencia obran juntas para realizar una finalidad muy noble, la ascensión del hombre a Dios.
La obra de estos dos hombres no puede ser analizada de manera superficial porque con su finalidad podría tratar de preparar a todas las tribús de la tierra para el día en que verán al hijo del hombre venir en las nubes del cielo con gran poder y gloria, como nos cuenta Mateo en el capítulo 24, versículo 30. Yo creo que “Ángeles en astronave” quiere ser un auxilio a la Iglesia, preparando a la gente para salir de la posición de estancamiento en la que se ha metido; a los hombres para cambiar su propia vida; a los Hermanos del Espacio para que los terrestres, aceptando y realizando el concepto de amor, puedan acogerlos un día con espíritu de paz y fraternidad.
Bajo los mejores auspicios, estoy convencido de que el libro “Ángeles en astronave” de Giorgio Dibitonto tendrá una muy amplia difusión.