de Giorgio Dibitonto
Primero el Ángel se mostró vestido de luz, después vino a bordo de un medio espacial que parece transformarse como en un enorme plato plateado de “vidrio fundido con estaño” con luz de varios colores. A bordo se entrevén otros seres y los movimientos, las dinámicas y la velocidad muestran una realidad que va más allá de las leyes de este mundo.
Ahora Rafael está “en pie entre los olivos y me sonríe”. El Ángel tiene ahora las semblanzas de un hombre de la Tierra aunque su belleza resplandece con una luz sobrehumana. La gradualidad de sus manifestaciones ha expresado ya la multiplicidad de sus capacidades energéticas y me ha preparado a aceptarlo en aquellas variadas formas vitales.
Más tarde se me explicará mejor y se me hará comprender que aquel disco volador es la misma nube bíblica que manifiesta la gloria y la potencia del Señor y de sus Ángeles, con su esplendor y con sus materializaciones y desmaterializaciones. Entonces me guían a la lectura de la Biblia y me doy cuenta que los Ángeles y después Jesús mismo tienen un cuerpo como el de los hombres y caminan, comen, duermen, se lavan, aparecen y desaparecen.
Leo además que Elías es aferrado con todo el cuerpo por esta gloria del Señor y llevado lejos. Volverá diez años más tarde a reprender al pueblo elegido. Estará presente después en Juan el Bautista con su espíritu profético.
Cuando el Ángel con su aspecto espiritual o de luz te contacta sensiblemente, se prueban emociones, sentimientos, intuiciones y pensamientos de verdad insólitos con respecto a la vida común y diaria. Cuando el Ángel viene del espacio con formas cósmicas gaseosas, se advierten sensaciones de universalidad, de liberación, de grandeza y de simplicidad, donde todos los angostos límites de nuestra mente van en crisis. En el momento que te encuentras delante del Ángel en carne y hueso como tú, desaparecen enseguida todas las distancias que nuestra imaginación ha creado entre nosotros y los Ángeles, entre la Tierra y el Cielo, entre el hombre y Dios.
Podemos decir que el más allá ha bajado hasta nosotros completamente, bajo toda forma, contactándonos con todas las potencialidades realizables en nosotros. El amor de Dios, de sus Ángeles y de todos nuestros Hermanos de la Luz y del Espacio están entre nosotros y nos contactan, actúan y ayudan desde el plano del espíritu, del anima o cósmico y en el plano físico. Un amor, una cercanía y una participación total aunque se expresen de una manera que para nosotros no es siempre tan comprensible pero es real y eficaz.
Inicialmente no había pensado que la Biblia y los Textos Sagrados pudieran estar llenos de estos testimonios y que la experiencia narrada y escrita por tantos hombres en los siglos fuera accesible a nosotros ahora. Después todo esto me fue explicado y clarificado y se convirtió en un gran sostén para mí y en un gran consuelo.
Rafael pone enseguida de relieve que la Creación y la misma Tierra son una maravilla del Creador. Es más dice que nuestro mundo es uno de los más bellos del Cosmos y pone énfasis en la responsabilidad de los hombres que en él viven. Hace rápidamente referencia a la fraternidad de los hijos de Dios e indica la vía del amor como la única capaz de alcanzar los objetivos originales de la Creación.
La experiencia final donde la energía de los platillos volantes o de la gloria del Señor me secó después que un temporal me había empapado desde la cabeza hasta los pies, en un instante selló tanto la manifestación angélica como las enseñanzas recibidas. La potencia de Dios se manifestó para afianzar y hacer crecer en mí la confianza y la fe en sus mensajeros descendidos en aquel encuentro como he narrado en este capítulo del libro.